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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Máximo.

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Ella corría. Creía que el viento que había soplado ese Viernes 15 de Febrero de 1924, una mezcla entre lluvia y hojas verdes de un verano precioso, no volvería jamás. Creía que nunca volvería a enloquecerse de aquella manera, nunca, nunca como esa vez. Cuando él la miraba, se tapaba la cara con el sombrero, y la hacía sonreír con comentarios locos y absurdos. Cuando le quitaba de la cabeza la vincha bordada de flores que ella misma había hecho, se la ponía en su cabeza y la imitaba, ella reía, reía locamente y él se encantaba. Cuando la miraba, invitándola a un beso y ella se enrojecía.  Cuando amagaba tirarle la vincha bordada al pasto húmedo. Cuando ella intentaba que no lo hiciera. Cuando lo hizo.  Cuando le juró por Dios que iría a recogerla para ella, pero al final le confesó ser ateo y tuvo que ir ella misma. Pocos detalles en ese día enloquecían su mente en recuerdos, ahora, con sus 92 años. Sentada en el balcón de su pieza, soñaba con su pasado 'ave