El cantero

Siento en el lado izquierdo de mi rostro los restos ya secos de una lágrima que se formó hace un rato.
Estaba sentada en la galería de mi patio, entre los arcos altos que rodean el cantero. Terminé de escribir la carta, la enrollé y escarbé lo más que pude hasta llegar casi al fondo. Miré mis uñas sucias, llenas de tierra, llenas de bronca, de dolor. Recordé esas veces que jugaba a esconder tesoros en la tierra, y años más tarde regresaba a encontrarlos. Quizás esta carta sea uno de esos tesoros... Aunque tal vez no diga cosas muy bonitas. De ellos, de todos... simplemente de lo que me rodea.
No quise quemarla porque estando enterrada en algún momento quizás yo pueda comprender algo de lo que me pasaba.
Una carta del presente para el futuro. De mi para mí. O para quien sea. Del pasado al futuro.

En ese momento sentía vacío. Vacío de todo, de nada. La lágrima se había secado, y ya empezaba a atardecer. Sentía que debía volver. Así que me dispuse a hacerlo. Aquellas letras ya estaban bajo tierra. Nadie imaginaría que podrían hallarlas ahí.
Mi secreto sólo lo conoce el cantero.

(Por ahora)

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