Crónicas de pandemia: 11 de mayo, día 57 de cuarentena.

♪ RECOMENDACIÓN PARA LA LECTURA: The sea ♪ 

Hoy no quise encender la luz de mi habitación desde que nos despertamos. Quise mantener todo el día esa sensación tan bonita que sentí mientras él estaba aquí conmigo, aunque también iba mezclada con un poco de tristeza porque ya se tenía que marchar, con incertidumbre porque no sé cuando nos volveremos a ver y porque además ya no es como antes, que nos despedíamos un finde sabiendo que nos veríamos de nuevo en tres días para ir a yoga, o en cinco días para ir a tomar algo a Vieja Barba, o pedir unos lomitos en Teo Teo, y ser feliz en esos pequeños grandes momentos. Esa sensación de esta mañana también fue acompañada de ciertas lágrimas que dejé caer con espasmos y snifs snifs luego de que la alarma sonara por tercera vez anunciando que ya no volvería a posponerse y que tendríamos que desayunar para comenzar el día, cada uno con rutinas distintas. 

Me encanta cuando no me dice que pare de llorar. Sé que hay veces que no le gusta que lo haga, porque soy una persona sensible que, lo reconozco, lloro por mucho más de lo que debería, dramatizo las cosas, me voy al futuro o al pasado en cuestión de segundos y... eso es algo que él no vive igual. Por eso es mi cable a tierra. Él es el presente aquí y ahora. Pero hoy, cuando llorsiqueé, tendida en la cama boca arriba, con las lucecitas de colores ya encendidas iluminándonos un poco en la oscuridad de la habitación, se dio la vuelta hacia mi, me tomó de la mano que tenía junto a él y dijo, muy tierno, 'oh mi amor, ¿Por qué llolla?' lo cual me dieron más ganas de llorar pero me contuve. Me acomodó el cabello, las mejillas, y me giró despacito para quedar los dos de perfil, entonces se acomodó para poner mi cabeza en su pecho y siguió acariciándome el pelo unos minutitos más. 

Paz. Silencio. Armonía. Quietud. Mar. Infinito.

-No vamos a pasar 50 días más sin vernos, eso te lo aseguro. 

Marti Esparza