Fuimos.

Ambos sabían que el otro sabía.
Sabían que caminarían y que ese día sería tal vez,
igual que al resto de su vida.
Las vías estaban intactas de hacían unos 4 o 5 años.
Él fue a esperarla ahí.
En el mismo lugar de cada mes. A la misma hora.
Al costado de la vía, el margen de toda su vida.
El tiempo a veces no existía.
Pero esa tarde sí que transcurrió.
Él miraba su teléfono, pero Ella no llamó.


Simplemente se habían cansado.


El de esperarla.
Ella de seguirlo.


Y así nunca más se cruzaron, ni siquiera al final del camino.



 

Penélope -MEC-

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