La vida como un cálculo matemático.

Me siento con los ojos llorosos, como esa vez en clase, ¿”ESA” vez dije? Pffff... ¡Si me habrá pasado! Sentada en mi banco escolar, en la fila del lado de la ventana, junto a 25 compañeros más que prestan atención y hacen anotaciones... Mientras la profesora explica y hace cálculos, llenando el pizarrón de números, rayas, y símbolos extraños que muestran como resultado algo tan simple y que yo no logro entender.
-Se entendió?
No sé si es por el miedo a preguntar o si es que es tan fácil y yo la única sin entenderlo todavía.
-Sí. (Todos)
-N... no... (Yo)
-¿Qué no entendés Martina?
-Nada...
-Pero, a ver, ¿Qué es lo que te parece difícil?
-Todo...
Y así me siento hoy.  Sentada en una silla petisa, de madera, observando desde el rincón de mi vida  todo lo que sucede alrededor, todo eso que dibuja situaciones conflictivas ante mí, algunas que parecen fáciles de solucionarse y no lo es para mí. Observo a mis amigos, mis familiares, mis seres queridos. Bailando en ese pizarrón, que es mi vida. Y yo, que estoy en él también, dibujada de diferentes formas, también me observo desde afuera, sentada  en mi silla, sola. Y una voz superior me dice:
-¿Qué pasa, Martina? ¿Por qué tenes los ojos llorosos?
-Es que... No entiendo. ¿Por qué todo parece tan fácil, tan lindo, tan simple y después se torna difícil?
-A ver, ¿Qué es lo que te parece difícil Martina?
-Todo.
Llorando no soluciono nada, las lágrimas borrarían entonces los cálculos dibujados en el pizarrón, sin dejar rastros. Ni llegar a las soluciones. Ni saber si es el resultado correcto o no, siempre se puede corregir, pero si lloro, si lloro no puedo. El llanto me sirve solo para desahogarme y sentirme libre por un ratito, como la música. Pero no me ayuda a salir, solo a borrar todo y eso sería casi lo mismo que escaparse. Y si me escapo borrando el pizarrón, que representa mi vida... ¿A dónde voy?
A la muerte. Pero no es la solución. No voy a encontrar otro pizarrón que dibuje mi vida como yo misma lo he hecho.



Penélope

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