Lo siento.

¿Alguna vez viste un corazón tan frágil y tan bello, quebrándose en mil pedazos y sin saber qué hacer? 
¿Alguna vez te sentiste lejos de poder hacer algo para evitar ese rompimiento inevitable?
¿Qué podes hacer cuando ese corazón es parte de vos mismo, de tu sangre, de tu vida, de tu día a día, de tu ser, que fue alguna vez y lo seguirá siendo lazo de esa energía que te trajo a este mundo, dentro de este universo tan inmenso lleno de luz y oscuridad, como en la que este pequeño gran corazón está muriendo de a poquito? 
Porque, de verdad, ¿Cómo salvarlo?, ¿De qué manera me acerco a él y lo socorro a su manera? ¿Cómo alcanzarlo y acompañarlo, cómo acogerlo, cómo, cómo, cómo llenar ese corazón cada vez más vacío y saturado de nada? 
Una pared invisible, de un material imposible de destrozar o tirar abajo, me impide aproximarme a su escasa luz, a su energía leve, tan necesitada de un abrazo, pidiendo a gritos un poco de amor, o si es posible, en toneladas. La amo profundamente, pero se ve que no es suficiente para ella, que de a poco se deja pasar la vida, el tiempo, sin querer ver la miro, cómo se daña, sufre, llora, se encierra y empieza a romperse; entonces yo busco ayuda y cometo un grave error: mirar hacia atrás. 
Una de ellas falleció de cáncer, la otra aún vive, pero muere intensamente en vida, está depresiva hace meses. 
Aterrada vuelvo en sí, desespero y con insistencia intento romper, en vano, la pared. La veo que cada vez está más ciega. A veces desde mi lado de la pared veo luces en su lado, luces que anticipan una salida posible, pero no logro entender con claridad qué soluciones son, quiero explicarle, decirle, señalarle las luces, pero no me oye, no las ve. 
Ya no sé que hacer. Lo que más odiaría es verla acabar igual que mis otras dos veces madres. 
La pared que nos separa es una representación de la división de nuestras vidas. Cada una tiene la suya, que si bien está unida, tiene su propia historia y energía diferentes entre sí. La pared me enseña que aunque yo intente aconsejarla, o le diga las respuestas correctas o la ubicación de las luces, ella no podrá hacerme caso, ni seguirme. Me dice que la respuesta para su solución está en ella. Y tiene las herramientas, las soluciones. Yo veo las posibilidades, pero no las comprendo bien. Quizás solo pueda comprenderlas su alma y no la mía, porque sólo son para ella. 




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