Al medio.

Iba y volvía con su ex. Y yo estaba ahí. Justo en el medio. Como un "garche" fijo. Sin embargo eso no parecía ocurrir en nuestras largas horas de erotismo sumo. 
Esa sensación desorbitada se desvanecía... Cuando recostados en su cama, lejos de nuestras ropas, perfumados de pasión y placer y con mi cabeza recostada en su pecho, el me acariciaba suavemente y en ese roce de piel con piel, fundía en mi oído aquellas palabras que de tan despacio que sonaban al salir de su boca retumbaban en mi cabeza por horas, días y eternas semanas.

-Te quiero-.
¿Te quiero para mí o te quiero porque sí? Con el tiempo pude entender de qué manera me quería.

Y en los momentos en que nada en mi cabeza quedaba, cuando estar lejos de él me permitía pensar en todo -sin esperanzas- ese todo, me hacia sentirme nada.

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