Espera perenne

A Lilian se le hacía tarde. Religiosamente, cada día a las 20 tenía el mismo compromiso. 


- Mamá...- intentó en vano Lucrecia, con un tono que marcaba un cansancio infinito. 

- Hija, Richard me espera para cenar. Nos vemos mañana. 

Lucrecia siguió a su madre con una mirada colmada de preocupación mientras se alejaba hacia la puerta y escuchaba el motor de su vehículo partiendo. 

Lilian se pasó dos semáforos en rojo para llegar a tiempo. 

Cuando llegó, un aroma a chocolate y almendras, el postre favorito de su marido, le invadió el alma, y la dirigió al comedor, donde todo estaba servido como ella misma lo había preparado horas antes. Encendió unas velas aromáticas.

-Richard... 

Pero Richard nunca llegaba. Y Lilian se quedaba triste esperándolo, aunque la tristeza le duraba poco. Más tarde se iría a dormir y al día siguiente de manera religiosa volvería a preparar la mesa, la cena y el mismo postre favorito de almendras y chocolate de su difunto marido.


Por Martié

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