Compás

 Hola. soy un compás. Me fabricaron en China, pero no se preocupen, no tengo Coronavirus. Aunque sé que de alguna manera decir cuál es mi nacionalidad en este momento genera un temor totalmente comprensible, sería imposible que pudiera yo ser portador. Porque hace años que estoy encerrado en este pequeño estuche. Es cómodo, no voy a quejarme, pero observo cómo pasa el tiempo y me entristece saber que mis sueños no van a cumplirse jamás. Al menos no si sigo aquí encerrado. A partir de mi nacimiento, viajé con miles de compases más, todos del mismo color y estatura, cada uno dentro de su estuche, el mío es color rojo, y tengo a mi lado una incómoda cajita en la que llevo las minas de grafito para poder dejar huella en cada paso que dé. Lamentablemente conservo la mitad de las minas y no porque mi dueña me haya usado un montón, sino porque en el camino muchas se perdieron o se rompieron y no pudieron reponerlas. Además mi dueña me tiene olvidado aquí, entre sus cosas de librería que, a decir verdad, tampoco usa mucho.  

Hace ya varios años que estoy en su escritorio, escondido entre un estuche blanco de coloridas acuarelas gastadas y un frasco cerrado de crayones de cera, que me recuerdan a mi aburrida época en la librería, cuando todavía no tenía dueño. Era aburrido porque siempre observaba lo mismo, alrededor de los mismos compañeros, en la misma góndola, toda la vida una rutina interminable. Hasta que unas manos me eligieron y llegué a la casa de Antonella. Fui su compañero de plástica durante unos cuantos años, de hecho mi estuche lleva escrito su nombre. Me divertí mucho con ella, hasta que no me necesitó más y me pasé otros tantos años encerrado en una cartuchera azul, junto a unos fibrones secos y viejos, y un liquid paper vacío. Pensé que ese sería mi final, pero una tarde, alguien abrió la cartuchera, se parecía mucho a mi anterior dueña, pero más grande. Hasta que me llevó a su habitación y me ubicó en su escritorio, y me enteré que se trataba de Martina, la hermana de mi dueña anterior. Por dentro me sentía feliz, ella me tomó, sonrió y por un instante creí que abriría el estuche y podría al fin bailotear en la hoja. Pero no fue lo que sucedió. Me quedé esperando. Y mis sueños de ser artista y bailarín, aquí están, encerrados en este feo estuche. Pero no quiero quejarme, al menos lo que observo a diario es más divertido que en la librería.  Si por alguna razón pudieras escuchar mis pensamientos, Martina, te pido por favor que me saques de este estuche, y subas el volumen de la música que estás escuchando y me invites a bailar. No soy un gran bailarín pero te apuesto que hago unos círculos espléndidos, y por último, si no es mucha molestia, ¿Serías tan amable de sacarme del estuche y colgarme no sé… en la pared? Es decir, ¿Por qué tengo que estar toda la vida aquí, junto a objetos de librería? ¡Yo quiero ser un compás diferente, quiero que sepas que puedo ponerle compás a tu vida y a tus días, sólo si subís el volumen y me invitas a bailar! 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El compromiso del DJ

Sueños I