Miradas I

Volviendo a casa después de la escuela me di cuenta que no había traído los auriculares y me puse de mal humor, encima, me quedé sin batería y también había olvidado el cargador. Caminé las primeras dos cuadras, mirando el suelo y pensando que era una tonta y que no podría soportar caminar diez cuadras más sin escuchar música, o chatear con mis amigos en el grupo, o ver que están haciendo, mandarme audios o simplemente twittear que olvidé los auriculares y así empieza mi día de mierda. Tenía ganas de teletransportarme a mi habitación, tirarme en la cama con el celu cargando y ponerme a escuchar música desde la compu; sin embargo, por primera vez en tanto tiempo, el ruido de la calle me distrajo. No me acordaba cuando fue la última vez que le presté tanta atención a los autos y a la gente como lo estaba haciendo ahora. Hasta los pájaros... ¡¡Pájaros cantando había!! Me parecía raro no tener nada entre las manos y tambien me costó dejar de “retarme” todo el tiempo por no haber cargado el celu ni haber traido los auriculares, pero después de observar con detenimiento todo lo que veía, olvidé ese pensamiento. Cruzando el puente vi algo que quise fotografiar para subirlo a face y llenarme de “Me gusta”, pero sólo pude guardarme la imagen en la mente, había una pareja de viejitos sentados cerca del río y el señor le estaba regalando una rosa a su mujer. Una foto para que todos la vean hubiera sido fantástico, pero... ¿De qué serviría? Si aparte buscás en GOOGLE, ‘viejito regalándole una flor a su mujer’ y salen millones de resultados.

Ahora caminaba por el cordón de la vereda, silbando por lo bajo y tratando de hacer equilibrio, como hacía cuando era más chica y mi mamá me llevaba al jardín. Me acordé que una vez vimos un globo aerostático y quede fascinada con ellos, y se me ocurrió mirar para arriba, el cielo parecía la foto del fondo de pantalla de la computadora que mi papá tiene en la oficina. Parecía de mentira, o con photoshop, pero no, era real, lo estaba viendo. Y bajando la vista hacia los edificios, vi una mujer colgando ropa en el balcón, otro de dos pisos más arriba que la miraba, un panzón fumando mientras leía el diario y en otro de los edificios vi un grupo de chicos que estaban sentados en una mesita y tomaban mate, riéndose, charlando, mirando a veces hacia abajo, donde estaba yo. ¡Y me dieron unas ganas de juntarme así con mis amigas! Eso..! ¡Podría organizar una juntada!
En el parque, o en mi casa, y decirles que traigan jugo para hacer tereré, y tirarles la idea de que sea sin celulares, ni nada, porque la verdad que...

-Uh flaca, disculpá, ¿Estás bien?

Me chocó un pibe. Venía escribiendo en el celular y enganchado a los auriculares, encima tenía una capucha que le tapaba la mitad de la cara. Lo vi venir, pero como me embobé pensando lo de la juntada con las chicas no me di cuenta que se acercaba. Me preguntó si estaba bien. Era lindo. Nos cruzamos las miradas una vez y sentí una cosa que me recorrió todo el cuerpo en dos segundos. Le dije que sí y me olvidé de todo. Pensé en que este podría ser el comienzo de una historia con final feliz como las típicas, pero el pibe hizo una sonrisa a medias, volvió a enchufarse los auriculares y siguió caminando, mientras escribía. Me quedé... totalmente desconcertada, pero eso me hizo pensar un toque...


Todo lo que vi hoy me pareció maravilloso. Sentí que era la primera vez que caminaba a casa, porque lo que había visto, nunca pareció existir. Y quería que esas doce cuadras fueran interminables, hasta me había encariñado de un perrito. Cuando llegué al fin, le conté a mi hermana lo que me había pasado y la invité a tomar mates a la plaza, con la condición de no llevar celulares ni nada de eso. Y creo que fue la mejor tarde de todas, terminamos las dos jugando en las hamacas como niñitas y riéndonos de nuestras caras anaranjadas con el reflejo del sol que se escondía entre las montañas al atardecer. 

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