Sueños I

Iba a una universidad que se encontraba fuera de la ciudad. Compartía una casa hermosa de un estilo a las casitas que salían en la película de Heidi, algo así como los chalet suizos; con dos chicas, una de ellas era Oriana Sabattini. Estábamos a 3km de la facultad,  era todo un descampado, la casa tenía tres pisos, un hall a la entrada con una chimenea gigante y dos escaleras que subían a las habitaciones y demás cuartos. Rústica, de amplio ambiente, muy acogedor, casi como de película. 

Yo tenía un aparato que lo había creado durante el verano en mi ciudad, era una especie de placa con pilas de reloj de un lado y del otro cables unidos a ella con lamparitas en forma de círculos, hacía luces y depende de los colores que iba produciendo, sonaban diferentes sonidos, con ese instrumento yo componía mis canciones.

Una noche se hizo una fiesta en la casa y se llenó de un montón de gente que no conocía, todos de la facultad de alguna de las chicas, seguro. Las tres estudiábamos carreras diferentes. Todos los que lelgaban traían para consumir: GOLOSINAS. ¡Hasta había una máquina que disparaba rocklets! 
Por toda la casa habían mesas con una enorme cantidad de algodones de azúcar, dulce de leche, chocolatadas, ositos de gelatina, chocolate en barra, en rama, derretido, crema chantilly, turrones, chupetines, bombones y salsas de variados sabores.



En un momento de la fiesta, decidí ir a la cocina en busca de algo para tomar y vi un montón de chicos tirados en el piso, ''emborrachados'. A su alrededor tenían los vasos de chocolatada y algunos tomaban de una jarra, mientras se reían a los gritos, gritaban incoherencias o se agarraban la panza del dolor que les provocaban las carcajadas... o el exceso de azúcar.  Los vasos tenían leche con cinco o seis barras de chocolate y hojas de marihuana, otra forma de consumirla. 


Más tarde llegó mi familia y antes de ir a recibirlos por el otro lado de la casa, donde no había fiesta, fui hasta mi habitación, sentía que necesitaba tomar algo, pero no agua o jugo, me sentía mareada, caminaba y me chocaba con otros, a la vez con las paredes, las puertas y, no podía presentarme así ante mis padres. Abrí mi caja de medicinas florales y encontré una variedad que no era lo habitual ver. ¡Quería tomarlas a todas! Entonces le eché un vistazo al manual y tomé sólo dos: Mariposa Lily y la otra no recuerdo el nombre. Después de sentirme mejor, bajé por la otra escalera, saludé a mis padres y al ir por algún refresco para ofrecerles, seguí en la fiesta consumiendo azúcares.

Yo tenía, como todo estudiante en esa universidad, sólo en esa,  un 'consejo', se trataba de una <<voz aliada>>, que intermediaba con mis sentimientos, sobretodo con el miedo y la duda y cuando éstos se hacían presente, la voz me daba un consejo al que yo decidía si tomarlo o dejarlo. Al comienzo de mi primer año lectivo en mi facultad, mi miedo era hacer amigas nuevas, por lo que cada vez que intentaba acercarme a un grupo de chicas, o a una sola, la voz me decía 'vas por buen camino' o de lo contrario 'si hay algo que no te hace sentir cómoda, salí afuera que hay un montón'. Una vez recuerdo que me dijo 'Tenés que salir de esa idea de amistad que hay en tu cabeza, fijate también que es lo que hay en tu interior, una vez puede que no haya funcionado, pero no pierdas el valor, seguí intentandolo por vos misma, buscá qué es lo que querés en la otra persona, amigate a vos misma, que la vas a encontrar y no te va a importar el tiempo de espera'.

Y casi me olvidaba de lo más maravilloso e importante de este paralelismo en el que estuve. Iba a la facultad de noche, bueno, íbamos. Era el único horario disponible, puesto que el sitio en el que estábamos era un espacio donde había un centro de energía que durante el día descansaba, adquiriendo fuerzas naturales, energías sabias de la tierra y todo el poder de aquellos espíritus puros que habitaban la zona, cuidando de nosotros, enviándonos por la noche luz, amor, logrando activarse sobre las mentalidades de todos los estudiantes que asistían a las diferentes facultades de la universidad del campo. Todo el efecto que se lograba era durante la noche. El primer día que fuimos, nos dieron una clase informativa sobre lo que viviríamos el tiempo que estudiáramos allí. Al comienzo muchos llegamos con ideas metidas en la cabeza, ideas absurdas que con el tiempo fuimos abriendo la mente y descubriendo que podíamos reemplazar esas ideas por otras, más creativas y objetivas. Hubo algo que jamás nos explicaron en esa primera clase de información, sin embargo cada uno lo descubrió a su manera y para mí, es lo más bello que haya visto en mi vida.

 A la caminata de casa a la facultad, la mayoría lo hacía solo, ya que durante el trayecto era positivo para cada uno relajar la mente antes de entrar a clases, por ello es que tampoco utilizábamos teléfonos móviles, ni siquiera en nuestras casas. Los tres kilómetros que me separaban del campo universitario, ese campo de césped que de día, era verde y fresco, de noche se veía seco, y áspero... pero tenía flores que sólo se veían cuando pasaba caminando cerca de ellas, bastaba sólo un pie en el suelo para que una flor se iluminara y danzara a mi alrededor.
Las flores tenían en su centro pequeñas piedras violetas que sobresalían, brillando como diamantes son luz propia y algunos de éstos salían de los tallos. Ir corriendo era lo mejor, algunos me miraban raro por hacerlo, pero sin dudas lo que más disfrutaba de la facultad era eso: la noche y su magia. Al poner un pie en la tierra, esta se iluminaba de un color y entonces, todo el campo desde donde estaba parada hacia adelante, tomaba un tono anaranjado como el fuego, el pasto seco también se encendía, llenándose de esa luz mágica que no era más que energía, esa energía que abría nuestras mentes para dejarnos ser, para crecer, libremente, amando y saboreando lo bello, lo único que hemos venido a hacer: VIVIR. 


Domingo, 12:09, 08/12/13.

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