Sueños II

Por alguna extraña razón, un par de meses antes a cumplir los dieciocho años, algo le sucedió a su cuerpo y una mañana antes de ir al colegio, mis tíos descubrieron que entre las sábanas de la cama de mi primo no estaba él sino... un bebé.
Un bebé IGUAL a él cuando era pequeñito. Lo cierto es que al comienzo nadie entendió nada, pero luego todos nos enteramos de que se trataba de un hechizo. No sabíamos de que gravedad, ni tampoco de dónde había venido. Una tarde, mi tía me dejó a cargo ''el bebé'' para que lo cuidara, ya que ella, mi tío y mis padres irían a la casa de una señora que sabían que lo podría revertir todo. 

Estaba mi primo en el moisés. Realmente era él, como tenemos casi la misma edad, yo no me acordaba de su cara cuando era chico, pero sí por las fotos. 
Estaba molesta, lo miraba sentada frente a él en una silla. Hacía bastante que no nos hablábamos. Unos meses. Y ahora porque lo convertían en bebé yo tenía que hacerme cargo. Injusto. 
Pensando en todo lo que nos había pasado en estos últimos meses, lo miré con furia y le dije: 
-Hijo de puta. 
Él jugaba con su celular, tocando la pantalla que estaba bloqueada. 
-Me traicionaste.
En eso empezó a sonar...  



No podía creerlo, había puesto nuestra canción. Con las primeras notas que sonaron fueron suficientes para que miles de recuerdos de los dos se me vinieran  a la cabeza, sobretodo el de mi cumpleaños. 
Ya estaba llorando. Lo miré pensando que no era tan indefenso, se había vuelto un bebé pero en su mente seguía teniendo diecisiete casi dieciocho.

Por todas esas cosas que tenemos en común, hace tiempo ya marchaste de acá. Te cansaste de mí, yo me cansé de vos, pero cuando nos miramos sabemos que no es verdad...

Llorando lo tomé entre mis manos, sentía esa pequeñez física pero me confundía con lo que estaba sucediendo, y entendí más cuando escuché su voz, luego de abrazarlo. 
Como era un bebé y no podía comunicarse bien, me habló en el ambiente. 
-Te quiero prima.

Entre las lágrimas mías y la canción que seguía sonando, llegaron mis tíos. Me sequé las lágrimas y no sé, pero algo en mi interior me dijo:

Bien, se han perdonado.

Ya no va a doler más esa frase torturadora:

"La verdad duele solo una vez, la mentira siempre que la recuerdas"

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